Ahora,
este es un momento penoso porque los seres humanos son cobardes por naturaleza;
son cobardes. ¿Y por qué lo son? Porque temen enfrentarse a sus propias
elecciones. De modo que en una situación de temor corremos y empezamos a
señalar a otros. Y culpar a otros es nuestra manera cobarde de evadir la
situación. Cuando hacemos esto, cuando señalamos con este dedo de poder, lo que
sucede es que esta mente de poder se ha enfocado en la energía, la sacó de
nosotros, la reflejó en otra persona y de este modo nos destronó. Te aseguro
que no es fácil asumir la responsabilidad de nuestra vida. Pero es la parte
espiritual más valiente la que lo hace, sin importar cuán doloroso sea. ¿Sabes
qué es el dolor? Es el regreso a casa del hijo
pródigo de la
energía.
Llamamos
a esto la noche oscura del alma. Nos cae todo ese sufrimiento porque es energía
que regresa a la fuente. Pero es a través del sufrimiento como nos purificamos
porque cuando la energía traspasa la barrera del cuerpo emocional y éste se
sacude y se turba, y el corazón late con más fuerza, se respira con dificultad
y las lágrimas empiezan a brotar, entonces la energía está regresando y
traspasando la barrera del cuerpo emocional, lo que ocasiona una tormenta. Y
tienes que soportar la tormenta; es la naturaleza del hijo que regresa a casa.
Y después de la tormenta, la energía, que ha sido purificada por el cuerpo
emocional, ha dado la vuelta completa y regresa a casa como ingrediente
necesario para la definición del Yo, lo que nosotros somos. Ahora, nadie te va
a obligar a atribuirte crédito por tu vida. Puedes aparentar y decir que estás
de acuerdo con esto, pero el guerrero verdadero es el que
lo hace y lo hace bien —se trata de la conquista del Yo— y lo hace sabiendo que
todo lo que ha arrojado regresará a casa multiplicado. El que hace esto es el
que al final se libera.
Todos
los seres que en el Plano Sublime escogen la vida espiritual saben que no es un
sendero fácil; saben que hay que definir y pulir el Yo y ni siquiera se
imaginan lo que implicará en sus vidas hasta que se enfrentan a ello. ¿Sabes
que es aquí en este punto donde la mayoría se da la vuelta y huye? ¿Por qué?
Muy sencillo. Si la divinidad que somos no ocupa el trono de este cuerpo
temporal, nunca producirá lo maravilloso si no se ha divinizado y definido
dentro de nosotros mismos. Si no sucede esto, lo inimaginable nunca te
ocurrirá, ni tampoco lo virtuoso.
Entonces,
para la víctima crónica, el mito, el sueño y la leyenda siempre serán
precisamente eso: mito y leyenda. Y mientras tanto nos asombramos de aquellos
que pasan la barrera y hacen milagros. Nos maravillamos ante los que cruzan el
puente; los que completan el viaje, el viaje de recuperar el poder para el Yo y
viven de acuerdo con él. Los cobardes, los que huyen y no pueden enfrentarse a
ello nunca tendrán el poder de la lucidez, la claridad y la habilidad de
moverse como un maestro, porque un maestro nace únicamente cuando el Yo se
define. No puede nacer de un Yo indefinido.
¿Entiendes
cómo la esencia define al Yo y su poder? ¿Entiendes que al entregar ese poder
se agota la esencia? Bien. Observa que cuando yo hablo del pasado siempre me
refiero a tus mayores obstáculos. Y pareciera que estoy diciendo que el pasado
es algo terrible. No, el pasado tiene su propósito.
Ahora,
lo que quiero que comprendas es que todas las cosas preciosas de tu vida, las
que hiciste y te hicieron y que son gratas, sólo pudieron haber ocurrido en un
momento de autodefinición, de modo que ellas siempre estarán allí porque son la
esencia de lo que somos. Por eso es que en las religiones Dios está siempre
pidiéndole a su rebaño que sea bueno, que haga buenas obras y que sean hombres
y mujeres de valores morales e impecables, porque hay
algo de verdad en eso. Y la verdad es que cuando somos así, no hemos entregado
nuestro poder, sino que hemos sido dotados de él. Y cuanto más se dota de poder
al Yo, más asombrosa es la realidad de esta entidad. Así es como funciona.
Todos vosotros tenéis a favor momentos gratos y bellos en el pasado. No hay que
desecharlos puesto que son una parte esencial de la definición del Yo.
Entonces,
si esos momentos de definición son los momentos sublimes de nuestra vida, los
puedes ver como las acciones más simples que hiciste desde el momento en que
tienes memoria cognitiva, lo que te hicieron, lo que hiciste a otros a lo largo
de toda tu vida. Esos son momentos de poder. Así se expresa el Yo verdadero.
Pero en
la mayoría de los casos, vives en una sociedad dinámica en la cual la forma de
vida corriente es la culpa y la cobardía en favor de la imagen. Es la
competencia despiadada, la hiena cuyas víctimas son los pequeños. Es el éxito
que es promovido y temido por los propios aspectos del fracaso. Esto se convierte,
entonces, en la dinámica en la cual un pasado deplorable —en el que se ha
entregado el poder, en el cual hay culpa, victimismo y dedos acusadores—
comienza a una edad muy temprana. Entendemos entonces por qué es fundamental
examinar el pasado desde el punto de vista de la energía, de por qué se entrega
el poder y por qué se permanece constreñido en un patrón de conciencia con su
red neuronal de ser la eterna víctima y el
eterno sufridor.
Ningún
maestro es así. No encontrarás ningún maestro que muestre compasión por alguien
que escoge ser esto. ¿Por qué? Porque los maestros saben que todos los actos de
la vida son elección personal basada en el libre albedrío. Todo aquel que es un
maestro sabe y comprende esto, sin compasión o empatia. Hay una diferenciación
muy clara en lo que estás aprendiendo y es que un maestro ha colocado
firmemente al Yo en su espacio divino, y desde allí conduce esa divinidad hacia
una vida basada completamente en la ubicación contemplativa y meditativa de la
energía. Esa ubicación es crucial. Ese es un maestro.
Entonces,
dicho esto, y habiéndote recordado que estás aquí por tu propia elección —tú
elegiste esta vida; una vida en la que se te revelaría lo espiritual— estás
totalmente dotado de poder.
A
partir de ahora entonces vamos a hablar sobre el Plano Sublime; el cielo, como
algunos lo llamarían.
Ahora,
durante estos años en tu cómputo del tiempo hemos discutido con frecuencia lo
que se llama la existencia intermedia, es decir, la que tuviste antes de esta
encarnación. Y no profundicé mucho en ella, ni tampoco en tus vidas pasadas,
por una maravillosa y gran razón. En mi sabiduría yo entiendo que aquellos que
no tienen madurez espiritual se aferran a las vidas pasadas con la misma
intensidad con la que se han aferrado a su condición de víctima, de tirano, de
tener compasión de sí mismos. Esa información, en vez de ser el maná para el Yo
espiritual, le da más alimento al animal interior del hombre y la mujer. Aquí
el enfoque ha sido llegar a ser Dios. Eso es lo fundamental y siempre lo será,
pero esta noche vamos a hablar sobre el lugar intermedio en el cual estuviste
antes de nacer.
Ahora
bien, en el pasado he expresado enérgicamente que no creamos a nuestros padres;
es cierto, pero recuerda también que somos atraídos a un pool o grupo
genético que sólo equivale a lo que somos antes de llegar. En ese sentido
entonces, subconscientemente, llegamos a ser sólo lo que somos capaces de
llegar a ser. Nunca podemos llegar a ser lo que somos incapaces de llegar a
ser. En otras palabras, no podemos ser algo más grande de lo que somos.
De modo
que en el lugar intermedio estamos hablando de los niveles tercero, cuarto y
quinto. Son los planos de descanso y renovación.
Entonces
se vuelve obvio que el cuerpo físico ha perecido y toda la energía que le dio
vida, desde el alma, se está separando de él. El cuerpo pasa entonces a un
lento estado de descomposición. Sin la tecnología moderna y el arte del
embalsamamiento la energía se descompondría rápidamente en cuestión de quince
días. Toda descomposición es la disgregación de la masa coagulada y la
liberación del Patrón de conciencia.
Estamos
hablando del Yo. El Yo espiritual, el que no se ve, ya ha partido y ha
atravesado el infrarrojo hasta el túnel de luz, al final del cual es recibido
por los Señores de la Luz. Y todos experimentasteis la lectura de vuestra vida.
En tiempos antiguos se le llamaba el día del juicio. Es un día de juicio, salvo
que no es realmente un juicio. Es para refrescarte la memoria en cuanto a lo
que hiciste.
Comprende
que eres un ser que es transpersonal y no obstante personal. Un ser que ha sido
transmutado fuera de la carne; te has salido de la prenda de vestir. Y en este
plano el espíritu se demoraba para crear la realidad a través del cuerpo —pues
vives en un cuerpo que opera de masa a masa— pero ahora estás en tus propios
dominios como entidad espiritual. De hecho estás vibrando en un reino más benigno que éste.
Allí
observas tu vida. ¿Cómo es posible esto? Porque las bandas que te rodean, que
te apoyaron y te dieron vida y sustento en la matriz, se llevan con ellas en
forma de mente todo lo que hiciste, pues lo que haces es una acción, y las
acciones son energía. Y el enfoque de esa energía son los patrones de la mente.
Así que comenzamos a observar los patrones de la mente mientras se combinan
para mostrarnos el esfuerzo de toda una vida.
Ahora,
hagamos aquí una pausa y déjame decirte esto: algún día, cada momento a la luz
de toda la eternidad, será pesado contra una pluma. Cada momento cuenta. Todo
lo que haces y lo que yo hice se ve. Y se ve tanto desde la perspectiva de
observador como de participante, del que realiza la acción como del que es
afectado por ella, todo. Por eso se le llama día del juicio, porque la mayoría
de las personas ignorantes creen, o viven en el engaño de que sus pensamientos
no son cosas. Sus pensamientos son cosas. Estas personas piensan
ilusamente que lo que hacen a puertas cerradas sólo lo saben ellas. Eso es un
engaño; todo se sabe y todo se mostrará. Y en este estado elevado no es
necesario que ningún ser te mire y te condene; con que sólo tú lo veas bastará.
No hay juicio más severo que el del alma en el día del juicio.
Ahora,
cuando eso suceda —y todos lo experimentaréis puesto que ya lo habéis
hecho— ¿qué será lo importante de esto? Lo importante es cuán cargado estás
a causa de los asuntos sin terminar. ¿Qué carga constituyen las experiencias
sin terminar? Si te digo que eres Dios, entonces esta vida es para hacer que
ese Dios-Fuente evolucione como un todo. Entonces, ¿de cuántas experiencias no te
adueñaste? En el momento de repasar tu vida, cada momento en el que fuiste
cruel con alguien, cada vez que fuiste taimado y destructivo, cada vez que
levantaste falsos testimonios, cada vez que lastimaste a otro físicamente, cada
vez que la lengua se desenfrenó para vengarse y culpar, cada vez que repartiste
tu furia de amor no correspondido para destruir a los que te rodeaban y a ti
mismo, cada cosa se convierte en ti en ese momento en que la estás viendo. Tú
eres todo, ¿lo sabes?
Así que
sufres el ataque de tu villanía y sientes lo que sintió el otro. Te conviertes
en el niño al que golpeaste y sientes su dolor desvalido. Te conviertes en el
abusador y su ataque de furia instigada y embriagadora contra un inocente que
no se puede defender. Sientes lo que es ser difamado y que mancillen y
deshonren tu buen nombre. Lo sentirás porque eres Dios.
En este
momento no estamos separados; somos todo. Llegamos a entender que es en este
momento de tránsito cuando más nos damos cuenta de que somos la totalidad de la
telaraña de la vida. Sentimos el abandono con el cual abandonamos. Sentimos la
falsedad que infligimos a otro. Experimentamos la culpa que excesivamente nos
echamos a nosotros mismos. Sentimos la angustia del amor no correspondido y
somos el que llevó las cadenas de esa culpa. Se nos honra y se nos deshonra. Se
nos divierte y se nos aturde. Vemos cómo hemos prostituido nuestros valores.
Nos
convertimos en el cuerpo en medio de su agonía y abuso. Nos convertimos en el
abusador y en el abusado. Esto es juicio y lo sentimos en toda su magnitud. Nos
recreamos en el sueño e inspiración Que tuvimos a los cinco años; nos
desesperamos al ver cómo el sueño se nos fue a los veintitrés. Nos convertimos
en el sueño y luego nos esfumamos como él. Nos convertimos en la inspiración
que nos maravilla y luego somos el aburrimiento de la inactividad. Vemos el
desarrollo de las ideas y conceptos que tuvimos, somos la idea en sí misma, la
forma de pensamiento, y luego la vemos como un huevo sin amor y sin sustento
que nunca rompe el cascarón. Vemos la idea que nunca fructificó y el dolor de
su no-inclusión en nuestro medio ambiente. Lo vemos todo, porque somos
la totalidad de Dios.
El
elemento subjetivo de todo esto es muy importante porque la esencia del Yo es
subjetiva pues lo es todo. De modo que en esta perspectiva el Yo se enriquece y
se define mejor.
Vemos
cuántas veces necesitamos suplicar el perdón de alguien y todas las veces que
no nos lo pedimos a nosotros mismos. Vemos todas las oportunidades de amar que
tuvimos pero, con nuestro Yo renegado y egoísta, las desaprovechamos todas.
Vemos el lugar vacío donde no reside el amor y nos dejamos llevar por el
desespero y la futilidad. Lo vemos todo.
Y en
esa exhibición hallamos la unidad incluso en el sufrimiento, ese momento elevado.
¿Y cómo describo yo el sufrimiento si no hay cuerpo? Bueno, la emoción, aunque
se genera mediante estímulos eléctricos del cerebro y las redes neuronales, y
pasa al cuerpo mediante la liberación de hormonas, se convierte en algo
viviente. Es un campo energético en el cual permanecemos y nos sumergimos
entonces dentro de toda esa energía. No podemos deshacerla, está hecha. La
suerte está echada.
Ahora,
no quiere decir que esto sea malo; es algo necesario para el ignorante, y todos
vosotros lo sois. Lo que sucede allí, en esa visión, es que quedamos cargados.
Quedamos cargados por las dificultades que vemos. Una carga es un
término espléndido, porque lo que dice es que todo aquello que hicimos, nos lo
hicimos a nosotros mismos. Y por medio de esta revelación tenemos que quitarnos
esas cargas y darle amor al Yo, que es lo que Dios es. Dios da, ¿recuerdas?
Entonces
salimos de allí en un estado de reflexión profunda. Se nos da cualquier imagen en la cual deseemos recapacitar sobre todo
esto. Algunos reflexionan en altas cordilleras en el Plano Sublime; otros
detrás de árboles magníficos y nobles. Otros lo hacen junto a lagos preciosos
rodeados de bosques moteados. Otros en bibliotecas enormes, o flotando en medio
de nada, porque no toleran que los rodee nada. Pero siempre después de esto
viene la reflexión, el arte de la contemplación. Y lo que se vuelve ineludible
es que esto nos lo hemos hecho a nosotros mismos, porque somos la totalidad del
Yo.
Ahora
he aquí el dilema: todos esos actos, esa vida, se originaron en un tiempo muy
lento en el cual el centro de atención de esa vida fue el cuerpo humano. Así
que no importa lo que hagas en el Plano Sublime: nunca podrás componer allí lo
que hiciste en el plano de la carne. En el Plano Sublime no podemos manifestar
experiencias que produzcan emoción física porque allí no tenemos emociones.
Pero
contemplamos y luego imaginamos, tal como lo hice yo sentado junto al fuego
cuando soñé esta jornada. Imaginamos y tan pronto como lo hacemos todas las
formas y escenas aparecen de manera instantánea. Y mientras contemplamos nos
vemos a nosotros mismos y cómo manejamos lo que hicimos. Imaginamos. Como
estamos en el Plano Sublime, donde no se hacen las cosas masa a masa, nuestro
Yo es más afín a ese tiempo, que no es un tiempo como el de este plano. De modo
que allí, cuando imaginamos algo, aparece exactamente como lo concebimos. Y
entonces nuestro entorno está siempre cambiando. Esto es algo ideal para la
reflexión porque al contemplar podemos ver la escena tal como quisiéramos que
sucediera.
De
todos modos, por mucho que nos esforcemos por encontrar alivio o desahogo, no
podemos hacerlo. Lo que sí se nos proporciona es nuestra divinidad. Nuestro don
de la imaginación nos ha permitido reconstruir el pasado; reconstruirlo y avanzar
desde ese punto. No obstante, este mapa, aunque se hace minuciosamente, podría
demorar miles de años en el Plano Sublime. La contemplación allí es muy
diferente a la que se hace aquí.
Y
podemos languidecer allí; en aquellos planos podemos planear, fraguar y
buscar. En el momento en el que se nos ocurre que hay
magníficos
seres que poseen esta sabiduría, se nos aparecen. Vienen y nos enseñan; nos
ayudan con nuestro modelo de imaginación. Ellos no cambian ese modelo en el
momento de la contemplación. Ellos te dan los pensamientos y tú incorporas la
sabiduría a la imaginación. Así es como funciona, pues no se trata de su
imagen, sino de la tuya.
Conocimiento.
Si para ti el conocimiento es como un embalse de información que fluye por una
computadora, aparecera una que tendrá dendritas conectadas a ti y entonces el
conocimiento fluirá a través de la computadora. Pero al final, el conocimiento
fluye hacia ti, y debes ser tú el programa que lo incorpore. O puede que te
imagines que el conocimiento se encuentra en enormes salones de aprendizaje,
las enormes aulas de una academia. Puedes imaginarte el conocimiento como un
conjunto de libros excepcionales. Entonces, de inmediato, aparecerá una enorme
biblioteca, cuyo final no podrás ver, y todos los grandes textos aparecerán en
viejos y antiguos anaqueles. Y si en tu mente viejo significa cubierto de polvo
y desgastado, entonces así se verán. Así que buscas el manual más viejo, más
empolvado y lleno de telarañas que haya, pues tu mente dice que ese es el que
posee todo el conocimiento, y lo hallarás. Habrá una mesa para que te sientes,
y una vela, o una lámpara, que puede ser eléctrica, de aceite, o fluorescente.
Te sientas y lees. Lees cada página, una página que parece una luz tenue, con
letras multidimensionales que saltan del libro hacia ti y piensas que estás
leyendo. Es el mismo conocimiento.
Y
después de pasar cien años en esta biblioteca, sales con la información de cómo
modular el salón de la contemplación, el salón de ver cómo vas a cambiar las
cosas, cómo se va a prolongar esta carga que tienes de estar incompleto a causa
de lo que, según tu perspectiva, es el error que has cometido sobre otro. ¿Cómo
podrás justificarlo? ¿Cómo podrás escribirlo? Encontrarás la respuesta a todo.
Ahora,
no es casual el hecho de que todo empiece a comportarse exactamente como un
campo cuántico de potencial, pues lo es. El Plano Sublime está
en el nivel cuántico, de modo que allí, cuando una entidad —que es espiritual
sin el cuerpo— es una mente elevada, todo sucede instantáneamente.
¿Qué
hace la entidad? Selecciona senderos de destino intencional y los crea de una
manera lineal, con o sin ayuda. Se esfuerza por encontrar una solución, pues
nadie quiere vivir en medio del castigo. Ese reino se llama el infierno, pero
uno lo vive en forma de asuntos pesados y sin resolver, inconclusos.
Ahora
recuerda, ten presente que en aquel plano no hay nadie que te diga que tienes
razón o que estás equivocado. Eres tú el que emite esas opiniones; no hay ni
bueno ni malo. Pero se hace muy evidente el hecho de que pertenecemos al reino
angelical y que somos viajeros foráneos en un mundo ajeno, y que estamos
facultados para recrear ese mundo de acuerdo con nuestra imaginación, que es
nuestro recurso más valioso. De modo que allí no hay nadie que te diga que esto
es bueno y aquello malo. Te digo que al ser Dios en ese momento de repaso en la
luz sentirás el impacto de todo lo que repartiste en tu encarnación, pues Dios
no es algo, sino todo.
Ahora:
el salón de la contemplación. Muy importante. Todavía hay seres allí que han
estado trazando una vida potencial de manera muy cuidadosa. Llevan allí cientos
de miles de años. Están planeando esa vida y son como el guardián de la puerta
de la historia que te conté, que observaba a todos los que entraban. Pues bien,
hay seres que se sitúan junto a la gran puerta del cielo para observar cómo
entran todos con sus cosas, y aprenden. Pero lo que es importante es que el
aprendizaje no es significativo hasta que se aplica en el nivel en el que se
originó la sabiduría.
Ahora
te hablo en un lenguaje corriente de un plano que es mucho mas ilustre,
dinámico, fantástico y mucho más hermoso de lo que puede permitir el habla
común. Me estoy esforzando por hacerte entender una lección muy valiosa que
vamos a aprender acerca del Yo extraordinario y por qué escogiste estar aquí.
Una
entidad cargada que tiene muchos asuntos sin terminar aquí, no los puede
culminar a menos que posea un cuerpo físico que opere en este tiempo. En
aquellos otros niveles lo pueden soñar, pero nunca podrán experimentar sus
sueños hasta que nazcan en el tiempo destinado para ellos.
Ahora,
la entidad cargada ha esbozado, entonces, su recorrido lineal y ha
conseguido toda la ayuda que ha sabido solicitar. Cuando esté lista para
regresar será atraída a un grupo genético igual al que pertenecía cuando se
marchó.
En este
Plano Sublime —el cielo como lo llamarían otros; yo los llamo los planos superiores— no te sientes arrepentido de estar allí.
Quiero
que sepas que no hay un lugar más vivaz y hermoso que éste porque es lo inimaginable imaginado. Y nunca hubo un estado de ser que estuviera tan completamente libre de las cargas del tiempo lento y la masa lenta. Tampoco hubo un lugar en donde la belleza física no fuera lo más importante, porque allí podías asumir la apariencia que querías y entonces ya no era importante. Aquí sí es importante; allí
no porque es cambiable, de modo que todos están libres
de ese aspecto y flotando más cerca de Dios.
Estás en un estado sombreado por el reino dorado, un
estado donde el día o la noche pueden ser eternos. Hay multitudes allí
y es como si hubiera espacio suficiente para todos; lo hay. Es un lugar
merecido; el lugar de descanso antes de la batalla siguiente.
Así que
no es —como creéis algunos de vosotros que tenéis tendencia a sufrir— un lugar
donde se languidece en los bosques de contemplación y se sufre. No. Pero desde
el punto de vista subjetivo de Dios es importante que sientas lo que hiciste.
Mas siempre eres objetivo, y partiendo de esa base, no sientes pesar por dejar
a tu familia, a tu esposa, a tu esposo, a tus amigos o a tus vecinos. No tienes
ese tipo de emoción porque estás libre de todo eso.
Hay un
entendimiento que penetra en estos planos y es que en la Tierra se está
llevando a cabo una gran obra de teatro en la cual tuviste un papel. Pero lo
que importa es que nunca llegaste a terminar tu parte del guión. Y al salir de
ese sueño tan pesado, sabes que tus hijos realmente no quedaron abandonados:
siempre existirán. Tampoco abandonaste a tu amor; siempre estará contigo,
porque cuando nos convertimos en el Dios
subjetivo, interactuamos con la totalidad de la vida. Entonces, ¿cómo podríamos
estar separados de ella? Es difícil entenderlo cuando uno está en ese estado,
mas todos habéis estado allí, todos. De otro modo no podríais estar aquí ahora.
Ahora, deja de sufrir y lamentarte por un momento y
comprende que en ese estado de «carga» se origina nuestro , máximo poder.
Queremos entonces diseñar una vida, imaginarla y cambiar sus patrones, los
personajes. Todo el que desee participar puede hacerlo. Hacemos esto antes de
regresar y continuar donde terminamos. Es algo muy importante.
Ahora
quiero referirme a los personajes de la próxima pieza teatral. Siempre se ha
sostenido que las personas que se encuentran y sienten empatia recíproca se
conocen de una vida pasada. No es así. Qué te parece esto: nunca os habíais
conocido y os encontrasteis en el Plano Sublime porque teníais la misma carga,
llegasteis al mismo bosque a contemplar la misma cosa. Algunos de estos lugares
están repletos y siempre nos atrae lo que somos.
De modo
que los personajes que tendrán un papel importante en nuestra próxima vida no
tienen que ser personas que conocimos anteriormente. Y engañarte a ti mismo
continuamente con este pensamiento es una señal de tu ignorancia sobre la vida
espiritual, porque este lugar no lo es todo, ni estas vidas lo son todo. En el
mismo lugar de contemplación encontraremos seres que, ¡por Dios!, pueden ser
entidades extraordinariamente avanzadas que en encarnaciones pasadas fueron
genios o grandes líderes y que tienen un defecto que los llevó a estar en
contacto contigo. O podrían venir de otro planeta terrestre para resolver aquí
su defecto. Nos conocemos a través de la asociación de cargas.
Ahora,
—y qué difícil de entender es esto— ¿cómo es la dinámica de ese encuentro? Es
como cuando te sientas al lado de otra persona y entablas una conversación.
Encuentras una afinidad. Muy pronto te mueves por el laberinto de la mente del
otro, comprendes lo que te dice, estás dentro de él. A su
vez, el otro se desplaza por el laberinto de tu mente. Eso es lo que llamamos
conversación. Si entiendes eso, entonces empezarás a captar el concepto de que
la asociación de cargas, cuando se comparten, atrae a los semejantes en aquel
lugar sublime. No se trata de conversar. Allí no se habla, tus pensamientos
proclaman. Y así cada uno participa de los pensamientos del otro.
En
estos momentos, cuando hay una participación recíproca de los pensamientos,
ocurre algo maravilloso llamado compasión. Entonces en este maravilloso reino
donde hemos diseñado una vida, hemos hallado a alguien que tiene la misma
carga, pero la carga puede ser que aquella entidad le hizo a ellos lo que
nosotros hicimos. Y, aunque en este lugar de contemplación ambos somos a la vez
el que lo hizo y el que resultó afectado, nuestras mentes se juntan y planean
una relación, que se materializará más tarde en este plano.
De modo
que no se trata de los que conociste hace dos o cuatro mil años. Los más
significativos son los que conociste en el Plano Sublime porque llegaron al
mismo lugar. Bien. Dichas personas entrarán y saldrán de tu vida, a menudo para
realizar el mismo drama que tú viniste a consumar. ¿Y qué papel están
representando ahora? Al final es selectivo en ese momento. Cuando repasaron su
vida y vieron que le hicieron algo inconcebible a alguien, pueden replantear
las cosas para que lo inconcebible recaiga sobre ellos. Y el personaje
involucrado será alguien que fue la víctima en la existencia anterior. Están
aprendiendo el equilibrio. Con todo, pueden aparecer y luego desaparecer de
nuestra vida, pero para eso estamos aquí.
No
existe la casualidad. Todo se crea desde la conciencia y el único propósito de
la conciencia no es sólo este plano; es todos los planos. Y cuanto más cerca
estamos del Punto Cero, más puros somos como seres conscientes. Así que este
maravilloso reino —donde lo que pensamos es— es nuestra naturaleza. Es nuestra
verdadera naturaleza, es a lo que estamos acostumbrados. A lo que no estamos
acostumbrados es a llevar el peso y la carga del tiempo lento y los mecanismos
del cuerpo físico, porque allí estamos liberados de eso y de todo lo que
representa.
Entonces,
cuando hemos trazado el plan en nuestro memorable encuentro con otras entidades
allí, cuando establecimos ese patrón y hemos decidido esta línea de
potenciales, estamos listos para retornar. Nos encontraremos de nuevo con
aquellos con los que interactuamos antes. No los recordaremos, pero los
encontraremos y el alma sabrá porque el espíritu recuerda la conversación. El
alma recuerda el viaje. Sólo la mente corporal y el cerebro corporal de la
entidad física por nacer no recordarán este incidente.
De modo
que cuando estamos listos, regresamos porque no podemos avanzar a menos que
regresemos y terminemos nuestros asuntos inconclusos, hasta que comprendamos
completamente que Dios es uno. Cuando somos uno, cuando decidimos ser uno, es
cuando hemos elegido el camino espiritual, una vida llena de ello.
Extracto del capítulo 1 del libro El Plano Subime - Ramtha